El agua hierve a 100 grados. No hierve a 99 grados, pero tampoco «hierve más» a 101 grados.
Según la teoría de la Dosis Mínima Efectiva, siempre existe una dosis X que genera el efecto deseado en un grado aceptable. A partir de esa dosis X, incrementar el esfuerzo lleva a resultados decrecientes o incluso nulos (como en la ebullición del agua).
Otra expresión del mismo principio es la «regla 90-99», bien conocida en programación: si necesitamos 10 horas para escribir el 90% del código, nos llevará otras 10 horas más ir del 90% inicial al 99%.
En otras palabras, en 20 horas podremos 1) ejecutar dos proyectos al 90% o 2) perfeccionar solo uno al 99%. (Para geeks: ir de 90% a 99% es pasar de ca. 1.5 a 3 desviaciones típicas. Es decir, el doble).
A medida que nos acercamos a la perfección, cada unidad de esfuerzo adicional ofrece resultados marginales decrecientes. No se puede ser efectivo y a la vez extremadamente detallista. Hay un compromiso insalvable.
¿En qué áreas de tu vida es suficiente un 90%? ¿En cuáles tienes que ir al 99%? Qué es más importante en esas áreas, ¿progreso o perfección?
Porque como dijo en su día John Wooden, entrenador mítico de la NCAA, “Nunca confundas la mera actividad con el logro«.