La falta de tiempo suele ser buen estimulante para nuestra productividad.
Un ejemplo son las técnicas de Design Thinking. Si tienes que pensar en 5 nuevas ideas para tu negocio, el resultado suele ser más fresco y rompedor cuando te dan 2 minutos para hacerlo que cuando te dan 10.
A menor tiempo disponible, mayor es nuestra creatividad y menor la auto-censura a la que nos sometemos en el proceso.
Otra evidencia es la Ley de Parkison, que dice que la duración de una tarea tiende a llenar todo el tiempo disponible para hacerla.
Cuando sólo puedes trabajar medio día «real» porque tienes un viaje por la tarde, suelen ocurrir dos cosas mágicas:
1. Priorizas: la falta de tiempo te obliga a elegir las tareas, a separar lo importante de lo que puede esperar al lunes. Por tanto tener poco tiempo nos ayuda a discernir lo importante de lo accesorio;
2. Te enfocas: La falta de tiempo te deja menos predispuesto a tener charlas improductivas en la oficina o a enredarte en el email para poder llegar a todo a tiempo.
La próxima vez que necesites dar el do de pecho en la oficina, prueba a limitarte el tiempo. Ponte un deadline absurdo, y márcalo en el calendario. Mide el resultado.
Porque como decía John Wooden, «conviene no confundir actividad con logro«.